Hoy en día elegir una cabecilla para un grupo o equipo de personas es un tema complicado, ya que nunca fue ni será sencillo trabajar en conjunto con otros individuos, sea ya por inconvenientes al momento de socializar o diferencia de gustos y costumbres. Pero algo positivo de ésta elección es que -estando en un mundo tan avanzado- la mayor parte de la población ya ha comprendido que se necesita buscar alguien que lidere y no uno que mande ¿Pero cómo saber quién es un líder? ¿Existe alguien perfecto para tal puesto?
Los líderes son humanos y como no existen seres humanos perfectos no existen tampoco líderes perfectos, pero, ¿hay alguna característica que realmente nos permita distinguir a un buen líder? Según un colaborador, un buen líder es aquel que sabe trabajar las tres tensiones básicas, la tensión entre la atención a las personas y la atención a los resultados, la tensión entre las competencias y el carácter y, por último, la tensión entre liderar a otros y liderarse a uno mismo.
Muchos filósofos afirman que un buen líder camina detrás de su equipo y en caso de problemas es el que va al frente, pero no se confundan, un buen líder no sería bueno sin su equipo. El líder es el que comanda el equipo, pero son ellos los que deciden si trabajan en conjunto o no, ya que puede existir la realidad de que haya un buen líder pero no un equipo que lo acepte.
Trabajar en equipo es hacer que el producto de las contribuciones de los miembros sea mucho mayor que la suma del trabajo de los mismos si lo hicieran de forma individual.
Con estas cuestiones sobre el liderazgo surge la pregunta de si cualquiera puede serlo o si hay gente que nace con las “habilidades” para estar en el puesto, y aunque muchos no lo crean, el liderazgo se puede aprender.
Primero que nada se debe entender que hay una diferencia entre mandar y liderar. Cualquiera que ocupa una determinada posición puede mandar. Sin embargo, no todo el mundo puede liderar. Para hacer esto último has de tener la capacidad de motivar y empoderar a las personas, sacar lo mejor de ellas, desarrollarlas. Ciertamente hay personas que poseen “predisposición natural”, sin embargo, muchas de las competencias -por no decir todas- de un buen líder no son para nada innatas, se aprenden y desarrollan con el tiempo y la práctica.
Según Peter Drucker (mayor filósofo de la administración del siglo XX) “La excelencia de un líder se mide por la capacidad para transformar los problemas en oportunidades”. “No hay nada que no tenga solución”, es lo que debería de pensar todo líder.
Sin humildad y la capacidad para aprender constantemente es imposible ser un buen líder, pero tengan en cuenta que “siempre es el momento oportuno para hacer las cosas bien”.